Aquella noche, mientras veraneábamos en nuestra casa de campo, los alienígenas llegaron en una de su naves y secuestraron a mi mujer. La elevaron por los aires en un cono de luz cegadora y desaparecieron en el firmamento.
Desde entonces guardo un temeroso silencio y vivo con el terror agarrado a la médula de los huesos.
Por si me la traen de vuelta.
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